LA PRIMERA PALABRA ESCRITA

 



Recuerdo a doña Marcela, la que fue mi primera maestra. Recuerdo algunas de sus clases, cómo dibujaba las letras, cómo las pronunciaba para que nosotros asociáramos su grafía al sonido. Se tomaba su tiempo, no tenía prisa. Insistía hasta asegurarse de que aprendíamos correctamente cada una de las letras. «Es crucial para saber leer y para escribir», nos decía.

«Ésta son dos montañitas juntas», y a la vez perfilaba en la pizarra la letra M.

«Aquí tenemos un vaso del derecho y luego uno del revés», y así nos dibujaba la U y la N.

«Luego está el caracol que sube por la pared», para referirse a la D.

«Y al final haré un sol», y redondeaba una O.

Nos miraba sonriendo, expectante, y al cabo de unos segundos nos decía: «Ahora lo leeremos todo junto, pues todo junto ha formado una palabra. Con esta palabra tenéis el MUNDO».

Y recordando ese momento ahora, cuando los años y la vida nos moldean, me pregunto si fue casualidad que esta palabra, MUNDO, fuera, de entre todas las posibles, la primera de las palabras que nos enseñó doña Marcela.

Quizás no fue del todo casualidad, pues cada palabra en sí misma es un pequeño mundo que te abre al mundo. Casualidad o no, esta palabra, MUNDO, significó el comienzo de todo un universo.


FIN