* EL EFECTO MARIPOSA

 


La mariposa abanicó sus alas llevada por el impulso de comprobar por sí misma el efecto que lleva su nombre.

«¿Qué tendría que hacer para que éste sucediera? ¿Sólo volar?...», pensó el lepidóptero.

Una chica la observaba danzar entre las flores.

—Es una Heliconius charithonia —dijo un muchacho acercándose—, aunque también se la conoce como mariposa cebra.

—Nunca había visto una igual —aseguró ella—, es preciosa.

—Las hay más bonitas.

—¿Seguro? —inquirió, dudosa—. Permíteme discrepar.

En ese momento se miraron a los ojos. La sonrisa de ambos afloró instantáneamente. Tendrían el resto de sus vidas para debatirlo.

 

 

FIN